December 18, 2022

emociones

Me es muy difícil mantener una semblanza de equilibro con tantas emociones afectándome al mismo tiempo. Una parte de mí quiere que haga lo que hice toda una vida. Que racionalice todo, que lo oculte, disecte, que ponga mi mejor cara. Que mantenga esa fachada de bienestar que siempre me dio buenos resultados. Me es fácil y natural, y esa postura es atractiva a los demás, es adaptable y, a la vez, la más amena para interactuar con otros. Sólo necesito espejarles un poco y redirigir todo hacia afuera. Yo no existo, porque está todo bien.

Otra parte, la que domina esta era, simplemente arrasa y destruye con todas esas viejas estructuras. Así como llegar a Lago Puelo me mostró que todo lo que construí este año se siente como castillitos de origami en comparación a la intensidad del flujo emocional que salió a mi superficie y los aplastó, esa parte me insta a compartir todo el torrente emocional que hay en mi interior. Sin importar las consecuencias, sin pensar en las estrategias, sin jugar juegos. Sí, sé que compartir mi inseguridad, mi miedo, mi culpa, mi ansiedad, mi dolor, mis celos, mi envidia.. es algo que sólo me hace ver débil, poco atractivo, poco interesante, deshecho...

Pero a la vez, esa es mi verdad. Esta era no vino a hacerme sentir cómodo. Ya estuve cómodo como dieciséis años de mi vida. Y eso me costó demasiado, aunque no lo supe en su momento. Cada relación significativa que tuve en mi vida, se vio afectada por esa incapacidad emocional, por esa imposibilidad de expresar de forma clara mis deseos, mis intenciones. Por no ser explícito, por no ser evidence, por no ser obvio. Por no vivir mi vida como un ser humano que siente, gana, pierde, quiere, pide, sufre...

Odio tener este poder profético. Es más bien una maldición, no un don. Porque sé todo lo que va a pasar, todo el tiempo. Y no puedo hacer nada para evitarlo. Es lo que me llevó a convertirme en un ser inmutable, invencible, bloqueado: fue la única forma de protegerme a mi mismo de mi propia empatía sobrecogedora y mi capacidad de observación extrema. Y me duele. Me duele demasiado lo que me dice mi don profético todo el tiempo. Siempre llego tarde. Siempre tengo las palabras correctas, el estado emocional adecuado, la capacidad de reacción, cuando ya perdí la oportunidad. Soy un testigo cautivo de mi propia inacción. Demasiado tiempo tardé en abrir mi corazón y abrazar todo ese amasijo violento y terrible y hermoso de emociones. Una tormenta infinita que me destruyó y liberó. Me costó el amor de todas mis parejas, la amistad de muchos de mis amigos, la paciencia y potencia creativa de poder escribir, bailar, cantar, componer, grabar...

Y sin embargo, más vale tarde que nunca. Lloro de saber todo lo que perdí por mi incapacidad. Pero por otro lado, agradezco tener la chance de, de ahora en adelante, hacer las cosas mejor. Es un premio consuelo que me mata por dentro, pero es también el camino a crecer...

Como todo lo que alguna vez valió la pena que entendiera en la vida, sólo puedo aceptar y dejar ir. El control es una ilusión. El futuro no existe y el pasado es un ancla que dejo ir. Mi corazón me pesa demasiado y cuando, por momentos, me entiendo, me acepto y me dejo ir, se eleva como el pequeño ser de luz que crece al lado mío y que es lo más preciado que existe para mí.

Parece mentira que cuando más perdido en el bosque me siento (ahora mismo), más es que logré disciplinarme - en el ejercicio, la alimentación, la capacidad de relacionarme con otros, la expresión creativa. Pero todos esos pequeños y grandes logros, palidecen al ser comparados con lo que perdí por mi incapacidad de amigarme con mis emociones un poquito antes.

Esta etapa "baja" del ciclo está siendo extra larga y violenta. Pero por esa misma razón, cuando llegue a la parte "alta", aquélla va a ser más hermosa, benigna y compartible con quienes me rodean. Sé que en mi interior, latente, hay un flujo de energía de todo tipo esperando emanar como un volcán.

No comments: