August 27, 2012

detalles

Hoy estaba lavando los platos cuando papá me dice "cuando termines, tirá esa esponja, acá hay una nueva". Miré la esponja en mi mano, y vi que no estaba tan maltratada. Sí, estaba ya muy rota, pero sentí que aún le quedaban muchas lavadas más. Y me dio pena tener que tirarla. Así que decidí limpiar con más ganas. Y me puse a pensar con qué facilidad estábamos descartando esa esponja. Y con qué facilidad descartamos una birome vacía, un cuaderno usado, ropa vieja. Un trabajo, una relación, un auto, un hogar, un proyecto. Las cosas cumplen su fin, su función, agotan su vida útil y las tiramos a la basura, las desechamos y las reemplazamos por nuevas esponjas, biromes, cuadernos, remeras, pantalones, autos. Incluso mascotas. Trabajos, amigos, novias... La vida es un continuo cambio. Y a mi me gusta estar quieto, estático, asentado. Y viendo que había lavado ya todos los platos, decidí darle una última alegría a esa esponja que iba a desechar, y lavé las cacerolas. Porque obvio, iba a hacerme el boludo y a dejarlas ahí. Pero les di la mejor lavada que esa esponja podría haber deseado, y repasé la mesada con ella. Y creo que la esponja fue feliz, porque en su esencia de objeto inanimado, supo que a alguien le había importado, y que hasta el último instante de su existencia como esponja, cumplió su tarea de limpiar, y alguien lo reconoció, lo apreció, y se puso un poco triste de tener que tirarla a la basura....

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