Soñé cosas mundanas, no salí de mi propia tormenta con el sueño, pero me desperté y el caos de emociones se sintió pequeño. Extrañaba un poco, añoraba un poco. Deseaba cambiar el pasado e influir el futuro, pero solo un poco. Solo una partecita de mi estaba atascada en quien ya no conecta conmigo. Solo estaba un poco asustado, un poco frustrado, un poco caliente, un poco triste y un poco celoso.
Mi corazón se siente pesadísimo. Como un ancla trabada en el centro de mi ser, queriendo caer hasta el fondo. La compasión y el amor que me construí, actúan como un freno y, aunque quisiera llorar, solo un par de lágrimas salieron. Aunque quisiera gritar, no se me ocurrió hacerlo en verdad. Quisiera tomar una ducha larga para distender mi cuerpo, pero tengo más bien frío que otra cosa. Frío por sentirme desinflado. Pero bien. Es un balance pero medio abajo.
Y lo tomo como un avance. Celebro mis pequeños logros, me enfoco en que afuera el sol brilla, me acompaña también a mi lado, y su calidez roza mi brazo mientras escribo. Quisiera liberar mi corazón del yugo de la expectativa y de mis anhelos. Quisiera sonreír al pasado, cerrar los ojos al futuro, y ser capaz de abrazar de lleno este momento..
Por lo pronto, tengo sueños constantes de un jardín hermoso. En los primeros, me rompía el alma viendo la hamaca, la parrilla y pequeños seres de luz correteando, sintiendo el calor de una mano que ya no está en mi mano. Pero luego, Avalokiteshvara me sonrió cubriendo el cielo y el sol. Y aunque no pude escapar del apego y mi sufrimiento, me sentí mejor. Esta noche, el jardín de mi casa nueva creció en un bosque hermoso, y sentí -entre tantas cosas- despertar un nuevo sueño en mí. Quizás deba mudarme a otra casa, a otro jardín. Uno mío y de nadie más, donde mi pequeño sol pueda corretear los días que brille cerquita mío, y donde pueda bailar desnudo con la luna los días que no…
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