Trato y logro desatar estos nudos gran parte del tiempo. Pero cuando no lo logro, estas pesadas cadenas me llevan hasta el fondo, y creo que me ahogo. Solo. Lejos. Frío… No tengo raíces, estoy desapegado. No me conoce nadie, soy un árbol sin bosque, no tengo tribu. No sabía que la contracara de sentir toda esta felicidad y paz, sería tener que hacerlo sentado sobre una tormenta de emociones indomables, capaces de tirarme en cualquier instante.
Tardé en procesar, y aunque ya amo este lugar, mi alma lo está empezando a asociar con la paz, el disfrute en tiempo-presente, pero también la soledad y un inmenso pesar. Estar conmigo mismo es algo que disfruto inmensamente. Algo que necesitaba y que suelo necesitar a diario. Pero.. Todo tiene el perfume del ayer, y escucho de cerca el canto de las hadas, pero no es suficientemente cerca, el significado de las palabras escapa, no está dirigido a mí. Siento crecer las distancias, y que el río me lleva. Inhalo, exhalo. Hago la plancha y trato de soltarme, pero al desembocar en el lago, el agua me regresa al borde. Las piedritas heladas se clavan en todo mi ser, y mis emociones, siempre expectantes, siempre al acecho, florecen en mi piel con todos los colores de la luz.
Con calma, con cariño y ternura, mi alma fluye en un río inverso, hacia la luna blanca, devolviendo con amor todos esos colores, mientras aprende que no queda espacio para él en los círculos secretos de quienes me rodean. Tengo que expandir mis raíces y explorar. No soy tan fuerte, porque puedo resistir la embestida de este momento y levantarme luego con una sonrisa, con el corazón abierto y listo para dar sin pedir nada, pero al hacerlo, siento las marcas que van quedando en mí. Me duelen. Inhalo, retengo, exhalo, y sé que el dolor y el sufrimiento van transformándose de a poco, pero la verdad, en estos momentos de vulnerabilidad extrema, quisiera pedir menos aprendizaje y más disfrute en este paraíso donde estoy sin amigos, sin lugares para hacer lo que me gusta aun, sin bicicleta, sin nadie que me mire de la forma que me daría seguridad, disfrute, conexión… Inhalo, y el aire tiembla al exhalar.
Creo que mi naturaleza me está exigiendo algo muy específico al despertarme a esta hora cada vez. Porque en otro mundo ya perdido, a esta hora despertaba, me veía pleno y mis máscaras de piedra se aflojaban, y lograba sonreír y estirarme a abrazar y seguir durmiendo. Era automático y tardé en identificar que eso es lo que me faltaba. Acomodar pelos salvajes y pegar mi piel contra piel. Escuchar un suave hmm al hacerlo, seguir durmiendo. En paz, en balance. Era un sutil recordatorio de sentirme en el lugar al que quería pertenecer por siempre. Oculto. Ahora, en cambio, veo mi guitarra amada, un libro hermoso y, por la ventana, el bosque, las nubes y el monte. Es suficiente. Y trato de no desear más de lo que tengo, que es un montón y que me provoca lágrimas de felicidad a cada rato. Soy feliz, pero... Trato de contentarme y de soltar. Ahora mismo, a las 5.20am, no puedo ni un poco. Inhalo y todo mi ser se contrae, sintiéndose frío y no deseado, y se resiste a escuchar al corazón. Exhalo. Mi compasión hacía mi mismo me abraza pero el frío penetra por mis poros. De día y bajo el sol, ese abrazo me eleva, me enfoca en todo lo bueno una vez más. De noche, gana la angustia. Inhalo, espero un poco, y exhalo..
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