No era mi intención caer otra vez. Bah, nunca es la intención de nadie caer, supongo. Pero me había preparado, mentalizado, meditado, tomado mil recaudos. No sabía que, como tantas otras veces, iba a ser insuficiente.
La situación de hoy me hizo sentirme tan vulnerable. Tan débil, flojito, inestable. Mi ego se disparó y mi mente completó la información faltante de la peor forma. Juzgué, resentí, sentí enojo y celos injustificados. Juzgué y por eso destruí un día que había sido hermoso. Embarré un jardín que había cuidado meticulosa y amorosamente. Mi dolor y sufrimiento sólo se esparcieron, reversando el flujo que intento manifestar, de amor y aceptación...
En este momento, muchas partes de mí quieren golpearme (metafóricamente) y odiarme por haber sido debil una vez más. Por decir las cosas que no siento más que por pequeños momentos de mierda. Donde no siento la compasión, empatía y amor que creo me definen un poco en esta era. No, en ese preciso instante, mi ego se quebró, se sintió insultado como hace tantos meses. La misma pregunta es la que está ahí, siempre presente, siempre oculta: por qué otros sí y yo no? Y la respuesta es, porque yo ya no soy. Y no me tiene que importar quién sí es. No debería más que seguir en este camino de apertura, aceptación y amor. Rendirme. Dejar fluir. Convertir mi barro en compasión. Ser y no ser. Actuar y no actuar. Pero el ego me frena. Quiero ser yo quien comparta sus viajes y sus sueños y sus aventuras y sus risas y su cama. Pero no soy yo, y no voy a volver a serlo. Duele, y casi todo el tiempo lo acepté. Pero cuando se abre una rendija de duda, toda esa desolación escapa y hace más daño de lo que puedo reconstruir con mi amor y alegría. Diosa blanca y absoluta, abre sus ojos al cielo nocturno y me encuentra poco preparado.
Por qué, Dioses, no puedo vivir con más liviandad? Y sé que es porque yo no tengo tribu. No tengo clan, no tengo un grupo de pertenencia. Soy una persona que se siente sin talento, en una tierra de gigantes. Y eso me duele, porque antes era parte, de costadito, en un rinconcito. Ahora no soy nada. Nadie me conoce, nadie me busca. Aun? Y mis manos se paralizaron, mi voz me falló, no pude tocar ni una canción, ni un acorde… y toda la fuerza que había intentado juntar con esmero, amor y perseverancia para animarme, se disolvieron en la vorágine emocional de quienes sí pueden expresar las emociones a través de la música y el canto.
Hoy no puedo meditar, la luna llena en cancer no me lo permite. Hoy es un día más de llorar y abrazarme, en mi soledad. Es un día más de intentar amarme y aceptar esta imperfección, esta debilidad, este fracaso que soy de a ratos. Si al menos tuviera a mi Ari, lo abrazaría toda la noche. Si al menos estuviera solo en la casa, lloraría sin resguardarme. Pero hoy, me toca llorar en silencio. Llorar por mi falta de amor, de comprensión, de aceptación y de todo lo que añoro… Y cuando las lágrimas se me sequen en la cara y la luna llena empiece a menguar, va a haber pasado este momento tan vulnerable. Mis emociones me dominan, pero de a poco, voy a aprender a amarlas y transitarlas con cariño, ternura y liviandad, incluso cuando lo que me quieren decir duela.
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