Mi sueño se prendió fuego, se destruyó y finalmente convirtió en cenizas una vez más. Cenizas que se dispersaron sin que nadie las vea. Pero esta vez, la pérdida es permanente. Porque ya no hay posibilidad de que mi sueño se haga verdad. Creo que muchas cosas que a otra gente le son importantes y/o difíciles, a mi siempre se me dieron con facilidad y naturalidad. Es quizás la naturaleza humana que, lo que realmente era el deseo profundo de mi corazón, me esté negado. La felicidad y la tristeza son solo momentos. Mi sueño fue siempre el mismo, desde que tengo no sé, ocho-nueve años. Encontrar el amor, la armonía, formar una familia. Nada más me importaba. Y una y otra vez, me choqué contra la misma pared. Ojo, me choqué de distintas formas, eso sí. Pero ahora con un hijo de tres, media docena de fracasos, en un país lejano y distinto, puedo ver con total claridad que nunca voy a tener eso que tanto anhelaba. Se disipó frente a mis ojos, esa imagen de una casa con varios pequeñines jugando, alguien acariciando mi mano tiernamente, la tranquilidad de estar bien, en paz, en equilibrio…
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