Es la causa de este rencor tan infinito hacia mí mismo. Este enojo nace de la carga de palabras que llevo a cuestas. Me lastiman los tobillos, las rodillas, los hombros… me quiebran todo por dentro. Cuchillos de hoja rosada a veces, verde también, en el centro de mis medios. Las palabras sin decir. Como gotas de amor que no siguieron su curso. En lugar de unirse al cauce del río, de causar el florecimiento de lo nuevo, de lo alegre, lo vibrante.. sin decir, son humedad atrapada, agua cautiva que erosiona mi interior, que arruina mi liviandad, que marchita mi sonrisa… Las palabras sin decir son mi karma de otras vidas. Son el precio de saber lo que va a pasar a cada instante. Son el costo de estos ojos proféticos, climáticos. Son la contracara de la tiara de cenizas. No hay libertad cuando me queda algo sin decir. El número de los misterios, la casa de Venus y Plutón, toda esta intensidad secreta, oculta, sutil, suave, que se echa a perder constantemente.
Algún día voy a lograr desterrar esta sombra, esta oscuridad. Sé que otra nueva la va a seguir. Y luego otra más. Cada una mayor que la anterior. Dioses, denme fuerza. Palabras que quedan atrapadas, cada vez. Que debo guardar y cargar... sin decir. Así cada día y cada instante. Así hasta que sea el fin. Siempre va a haber nuevas pruebas. Siempre va a llegar una nueva ola. Siempre va a haber nuevas conversaciones, nuevos principios, nuevos fines… Siempre va a quedar algo sin decir.
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