La noche sube suave por alrededor, con un contraste de frío y de calor, perfecto y sutil. Oculta entre las nubes de lluvia, la luna se achica hacia su destino cíclico, de morir y de volver a renacer. Y yo me aferro con discreción a la herida que no crece, pero que no se va tampoco, en mi interior. Este sueño se difumina y da lugar a otro. En un mar de fusión, soy una isla de piedra. Y luego en un mundo de gente durmiente, abro los ojos, despierto, me elevo...
En cada melodía que es liberada, un recuerdo. Y en cada movimiento con sonrisas, un momento. En cada trago y prueba, en cada muestra gratis, veo infinidad de caminos, como un fractal, la afamada estrella que revienta al revés. No sé qué pensar, y eso es bueno. Porque sí sé qué sentir. Y tengo ojos en las manos, que me revelan todo lo que está detrás, a simple vista. Cuando me resisto, es cuando me confundo y me hiero, me quemo, me congelo...
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