December 23, 2022

tristeza

Esta es la mejor foto que puedo sacarle a mi tristeza. Es feo de escribir y de leer quizás, sobre todo porque si bajo un poco acá, hay fotos de la felicidad y de la alegría, que no tengo la fuerza para mirar...

Me despierto esta mañana, y empiezo a sentir todo el daño hecho ayer. Toda la debilidad que causaron mis emociones fuera de control. Cada vez que siento que hago un progreso, la vida me muestra que necesito más, que me falta más, que puedo ser más... Pero no sé si puedo, mi corazón está agotado. Sentí una alegría tan inmensa al mismo tiempo que una tristeza devastadora. Sentí todo ese amor incondicional junto a una amargura sin barreras. Durante mi vida, le pedí tantas veces al universo, justo antes de dormirme o recién al despertar, la claridad y la aceptación, el temple y la sabiduría, de poder transitar el dolor que me causa el espacio vacío dejado por otros en mi alma...

En un instance mi boca cambió. Otra vez más. Ya no es lo que era, porque nadie la desea. Las conexiones que construí, en la distancia, muchas se sienten como meras estrellas fugaces, lejanas, brillando en otro cielo. Y el hogar que tanto soñé, es ahora el sueño de otros. Una casa nueva, un jardín prohibido, unas tortugas creciendo. El resquicio por el cual se me dejaba entrever toda esa luz, ahora está tapado por alguien más. Cuando me asomo, una espalda me bloquea la vista, y escucho bajito las risas y la alegría. Pero no soy parte de todo eso. Me quedé atrás, me quedé afuera, me perdí en las calles de tierra y lluvia... y tu boca cambió. Había seguido regando las plantas, perfumando la casa con mate y lavanda, cuidando con esmero los recuerdos tan preciosos, y las ilusiones tan injustificadas... 

El día de hoy se extiende infinito hacia adelante, imperturbable. Mientras naturalizo esto que ya hice tantas veces, que es agacharme a recoger los pedacitos que quedan de mi alma, me doy cuenta de lo frágil que soy. De lo iluso que soy. De lo soñador, idealista y fantasioso que soy. De todas esas cosas que no puedo alcanzar, y que desearía no desear. Quisiera poder conformarme e interiorizar el trabajo que hice con mi corazón estos años. Fue un proceso lento, liberador, insuficiente... fue lo que pude hacer, fue traumático, fue lo que necesitaba hacer... Y siento atrás de mi pecho un latido lleno de amor, que no está siendo compartido con nadie en este momento. Es amor sin un objeto. Extraño tanto pertenecer, extraño tanto sentir esa paz y bienestar que sólo sentí enlkwjefaj. Pero me olvido que todo esto es parte del ayer. Hoy ya es otro día. Lo único que hay y lo único que tengo...

Me siento tan cansado. Sin nada para dar. Y sin embargo, siento que constantemente lo doy todo. Doy todo y más de lo que debiera. Mi esencia me pide dar para recibir. Me exige ser esa piedra en la cual otros puedan reclinarse cuando estén cansados y derrotados, cuando necesiten apoyo o curar sus heridas.. y eso me da a mi fuerzas, y la sutil alegría de ser parte, de pertenecer.  Por un ratito, porque siempre se tuvieron que ir luego. El río de la vida los empujó lejos mío, y el dolor se multiplicó. Cuando tenía máscaras, me era más leve pretender que era fuerte, que era inmune, que era imperturbable. Que la paz y la fortaleza estaban siempre conmigo. Ahora, cualquier cosa me produce un daño infinito. Porque es infinita la profundidad de mi mundo emocional. Y eso me tiene tan cansado, me sobrecarga... Quisiera poder cerrar las compuertas de mi empatía. Porque necesito protegerme si quiero lograr conciliar todo esto que siento todo el tiempo.

Mis alas estar cortadas hoy, y no puedo volar. Aceptar esas palabras de ayer, fue lo más duro que tuve que hacer en toda mi vida. Nada, nada, nada fue tan fuerte como tener que enfrentarlas. Saber que otros que se parecen a mi de distintas formas, sin embargo ocupan un lugar tan preciado que ya no voy a ocupar. La acompañarán de todas esas formas que yo ya no voy a poder hacer, y que me daban una felicidad extrema. Saber que si hubiera logrado abrazarme a mi mismo antes y abrir las puertas de mi alma mejor, quizás todo sería distinto, son nuevas astillas que se unen a otras ya presentes en mi corazón. Y si aprendí a dejar ir la culpa, el dolor, el remordimiento, la tristeza y el enojo de esas otras astillas, podré hacer lo mismo con estas? Nuestras almas están unidas por siempre, pero esa unión, de a ratos, no me alcanza. Entonces la tormenta me está absorbiendo, me está disolviendo... y no puedo volar.

Mi don profético acertó una vez más. Siempre supe que un día, toda su luminosidad y energía tan hermosa se iba a alejar de mí. Sabía que era por unas estaciones nomás, que íbamos a coincidir: las hadas deben ser libres para cantar en el bosque. Sonrientes, ingrávidas, desnudas, mágicas. Siempre supe que alguien con una nueva canción iba a llegar. Siempre supe que no habría vuelta atrás. El día que tuve a mi tortuguita en brazos, esa alegría absoluta tenía una nota azul, de cuando llegaría ese otro día. Sé que el enojo y la frustración que acumulé, fueron mi culpa por mi incapacidad emocional, y sólo multiplicaron la tristeza y el dolor. Y ahora que estoy en un lugar un poco mejor, también voy a tener que estar solo. Pero el contraste con lo mejor que están y la liviandad con la que se mueven las hadas, me hace sentir pesado, torpe, inútil, débil y tonto. Soy un soñador cuyo sueño se perdió y ahora no sabe qué soñar. Y soy un poco egoísta también, porque quisiera pedir egoístamente y recibir lo que no merezco... 

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